miércoles, 18 de abril de 2012

La reducción de la jornada no se corresponde con la realidad del país.





La utopía que anunciaba el marxismo de reducir la jornada de trabajo fue desdeñada por el propio Marx como Ideología porque se oponía a la realidad y solamente se podría entender en una sociedad desarrollada científica y tecnológicamente que permitiera al ser humano dedicarse al libre ejercicio de su propio desarrollo. Es indudable que este debate fue superado cuando “el fin del trabajo” se encontró con economías no solamente socialistas sino capitalistas que exigían el trabajo humano como alternativa para salir de las crisis y devaneos que impone el sistema financiero mundial donde los desequilibrios económicos se tratan de superar con la política de mayores endeudamientos, despidos y reducción de salarios.

No hay nada más humano que el trabajo. No podría entenderse la relación del hombre con la naturaleza sino fuese mediante el trabajo. Un día me corrigió el eminente jurista Antonio Espinoza Prieto: Fabián no debemos hablar del trabajo como hecho social sino como acto social porque se trata del individuo que por su inteligencia crea y formula soluciones. En realidad, la inteligencia se mide por la capacidad del hombre para resolver problemas y no podríamos imaginarnos a un hombre contemplativo cuando hay tantas cosas que crear. El “derecho al ocio” no tiene cabida en la sociedad humana porque el hombre dejaría de ser tal si no continuara construyendo, creando, curando, creando nuevas formas de ciencia y tecnología y en definitiva disfrutando en su contacto e interacción con la naturaleza y con los propios hombres mejorando las condiciones de la vida.

De otra parte, falta tanto por hacer, en los países llamados desarrollados crece el capital a costa del trabajo humano y a veces del desempleo para reducir los pasivos laborales, como lo enfrenta buena parte de Europa en estos momentos. A quien puede ocurrírsele que podemos entrar en un proceso de reducción de la jornada de trabajo, cuando lo que está plateado es invitar, motivar y organizar el trabajo para salir de la miseria en la que viven las grandes mayorías. Por supuesto, el mundo del capital debe entender que si el trabajo es lo que produce la riqueza, ese trabajo debe ser bien remunerado.

Hay que ofrecerle a nuestros hijos una educación que les permita participar orgullosos en la construcción de una sociedad avanzada científica y tecnológicamente, pero primero debemos enseñarle la disciplina del trabajo para conocer de donde viene y como se produce el alimento el vestido, la vivienda y la solución de tantas necesidades. Yo espero que en varias décadas nuestros trabajadores superen la vida indigna que los somete una relación injusta donde apenas tienen para mal comer. Hay que enseñarles a vivir, el primer paso es a disfrutar el trabajo como un hecho noble y a defender su remuneración, luego a participar en una nueva organización social que le abra paso al esfuerzo humano para contar con la riqueza que debe repartirse de manera justa y equilibrada, pero no debemos incrementar la remuneración por cuatro horas barriendo un calle, cortando el monte y haciendo tareas que hieren la nobleza del espíritu humano. Hay que comprar equipos que nuestro presupuesto puede alcanzar y hay que darle a la ran masa de hermanos la posibilidad de compartir el estudio con el trabajo como el verdadero acto de creación.

Establecer una reducción de la jornada en los términos planteados es sumirnos más en la miseria. Debemos legislar para ser más hombres no para ser más esclavos.   

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